domingo, 9 de mayo de 2010

Operación bikini

Se acerca el verano y ya estamos, como todos los años, hablando de la “operación bikini”. En unas revistas nos cuentan cómo perder antes del verano “esos kilos que te sobran” con una dieta más o menos milagrosa; en otras nos advierten del peligro de someterse a dietas sin control médico, de lo rápido que se vuelven a ganar los kilos que se pierden deprisa…

Hay varias cosas en este fenómeno que me desconciertan (y me cabrean también, para qué nos vamos a engañar).

La primera de ellas es por qué “bikini”. Todo esto, según parece, es un asunto de mujeres. No quiero desatar aquí mi vena feminista (que la tengo), pero, por poco feminista que me ponga, vamos a ver, ¿cuál es la cuestión? ¿Los hombres no necesitan adelgazar y las mujeres sí? No creo que haya más sobrepeso entre las mujeres que entre los hombres. La cuestión es que el aspecto físico de los hombres, por muy metrosexuales que se hayan vuelto algunos, importa relativamente, mientras que para las mujeres se considera que ese es un asunto crucial. Y sí, no nos engañemos: estamos hablando de aspecto, no de salud. La obesidad mórbida no es el objeto de las dietas tipo operación bikini. La operación bikini es cosa de mujeres igual que es cosa de mujeres teñirse las canas o depilarse las axilas. No hacen falta muchos argumentos para demostrar que, objetivamente, pelo es pelo, sea de hombre o de mujer, canas son canas y grasa corporal es grasa corporal. Me parece perniciosa esta presión social que sufrimos las mujeres para adaptarnos a determinadas “normas” de aspecto físico y arreglo personal.

La segunda son las dietas en sí. Supongamos que, en efecto, necesitamos perder peso… Todo esto de las dietas rápidas y las dietas-milagro es una tomadura de pelo porque, en realidad, adelgazar no tiene ningún secreto: hay que gastar más de lo que se ingiere. Hay mil formas de conseguirlo, pero comer una sola cosa durante días o sustituir comidas por barritas de distintos tipos no parecen las formas más razonables.

La tercera es la exaltación de la delgadez. Ya parece un tema trillado lo de la excesiva delgadez de las modelos y el mal ejemplo que constituye, sobre todo para las adolescentes y las mujeres jóvenes, pero no debe de estar lo bastante trillado cuando se sigue considerando que es genial estar muy delgada. Es más, para ser completamente genial no basta con estar muy delgada; además, tiene que conseguirse sin mucho esfuerzo. Las que consiguen estar delgadas porque hacen mucho ejercicio y miden bien lo que comen, en el fondo son unas pringadas. Las verdaderamente guays presumen de comer mucho y de todo (sobre todo dulces y chocolate) sin engordar nadita de nada. Esto sí que tiene bemoles, porque esto de comer y comer sin engordar sería, en todo caso, una grave anomalía genética, evolutivamente hablando. Estas personas que necesitan tantísimo combustible para obtener tan poquito resultado tendrían problemas para sobrevivir en una sociedad menos rica que la nuestra, así que la cosa no es como para presumir…

Hace falta un poquito de sentido común con esto del peso y del aspecto físico en general. La mayor parte de las normas que dictan lo que es bello y lo que no lo es responde a convenciones sociales y las convenciones sociales se pueden cambiar. Además, volviendo a lo del peso: hay muchas mujeres delgadas que están bien, pero las rellenitas de buen tipo suelen ser realmente espectaculares.

La semana que viene, queridas amigas, hablaremos de cómo mantenerse eternamente joven, ja, ja.

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