martes, 18 de mayo de 2010

"The Road" (La Carretera), el camino hacia la dignidad humana



Papá, ¿nosotros llevamos el fuego?

La Carretera es de aquellos libros que perduran en la mente de aquél que se atreve a leerlos. Ya pueda ser por su cruenta y dura realidad, por su excelente prosa o por su significado profundo y ardiente, La Carretera no es una novela de ficción más. Es un alegato a la esperanza sobre todas las cosas. Tamaño significado no es fácil de asimilar, más y cuando, el peso de la razón del mismo libro recae en las desventuras de un padre y un hijo en un mundo arrasado y plagado de la más hiriente y peligrosa miseria humana. Cuando se habló de adaptar la novela de Cormac McCarthy a la gran pantalla, muchos se tiraron de los pelos. Casi ningún estudio quería meterse en camisa de once varas ante una novela tan políticamente incorrecta y peligrosa. Más y cuando, toca temas de formas y maneras en las que solo Cormac McCarthy sabe salir airoso. Tras el éxito de No es País para Viejos y el beneplácito correspondiente de la crítica, el camino estaba hecho. La novela ganadora del premio Pulizter tenía material suficiente como para dar a luz un poderosísimo y sobrecojedor largometraje, pero había que ir con pies de plomo. Aunque fueron muchos los nombres que se barajaron en la dirección del film (se llegó a rumorear que los mismísimos hermanos Coen se pondrían detrás de las cámaras), el peso recayó en un hombre relativamente desconocido, John Hillcoat, que lo único que tenía en su haber era un excelente y extraño western, La Proposición. En la distribución de papeles, también hubo controversia. Si bien nadie ponía en duda que el papel del Padre recaería en el siempre eficiente Viggo Mortensen, hubo muchísimas dudas y problemas al ver que el rol de la Madre, acabaría en Charlize Theron. No por su elección, si no por el supuesto peso que cobraría en la película su personaje (más del que tenía en el libro). Gracias a Dios, todos esos rumores y dudas, han acabado haciendo aguas por todos lados.

La Carretera nos cuenta la historia del viaje por la supervivencia de un padre y un hijo en un futuro post-apocalíptico. Tras un desastre indeterminado (¿y quién necesita saber realmente que pasó?), el mundo tal y como lo conocemos, se desmorona. Los animales mueren, lo que fué verde, ahora es gris. Lo que antes crecía, ahora se pudre. Las ciudades han quedado desiertas, llenas de ceniza y escombros. Los pocos supervivientes, se dedican a viajar como refugiados hacia otros lugares en busca de algo mejor, esquivando y sorteando a las peligrosas bandas de caníbales que pueblan las carreteras. En medio de todo el caos, El Padre (Viggo Mortensen) y el Hijo (Kodi Smit-McPhee) intentan sobrevivir de la mejor manera posible, mantiendo la integridad que caracteriza al género humano.



La Carretera es una película de personajes. El peso de la historia recae en los dos avatares protagonistas, y el desarrollo de la película se basa en sus acciones, pensamientos y recuerdos. La química presente entre Viggo y Kodi es realmente maravillosa. Es tan palpable, real y creíble, que hay momentos en los que piensas que son padre e hijo en la vida real. Jamás en mis años de cine (y se pueden decir que no son pocos) he visto una relación tan bonita y hermosa, tan deliciosamente real, como la que se puede ver en el film. El Padre, una persona supuestamente acomodada a la vida con su esposa en un mundo ideal, se ve forzado a criar solo (tras la negativa y egoísta reacción de su esposa al dar a luz) y llevar hacia un buen lugar a su hijo en un mundo que no se lo pone fácil. Se ve obligado a cargar con el peso de una criatura a la que quiere mostrarle lo mejor de un universo que se desmorona poco a poco e intenta hacerle lo más llevadero posible la elección de vivir en tales condiciones. Es la dualidad entre La Madre (interpretada en los recuerdos del Padre por Charlize Theron) y El Padre, la que nos hará ver como la figura del personaje de Viggo Mortensen es alguien sacrificado, noble y justo ante la adversidad (una persona de principios), mientras que por el contrario, su esposa se refleja como el egoísmo más puro y carnal. Debilidad que también escojen todos los que deciden olvidar todo aquello que nos hacía humanos y caminan hacia la pérdida absoluta del enterismo en pos del más salvaje y despiadado canibalismo, y que está presente y reinante durante todo el film. Durante su viaje, se verán sometidos a durísimas pruebas y situaciones, que revelarán la naturaleza de ambos (el fuego como lo denominan la pareja protagonista). Situaciones, que si en el libro se reflejaban agustiosas, duras o conmovedoras, en su traspaso a la pantalla, se ven aún más demoledoras. Momentos cuando se encuentran con la emboscada de caníbales y El Padre se ve obligado a disparar a uno de ellos (con el consiguiente llanto por miedo, terror y desconcierto hacia la figura de su padre por parte del hijo) o el encuentro con la figura del hombre viejo por la carretera (elocuente y buen personaje interpretado por el gran Robert Duvall).

Es el retrato de la pareja protagonista lo que dota verosimilitud a todo el largometraje, conectando con todo aquél espectador que esté realmente pendiente e identificado con los problemas y visicitudes de ambos. Todos sabemos de la calidad interpretativa de Viggo Mortensen, el cual hace lo que tiene que hacer en todo momento, pero la verdadera revelación de La Carretera se llama Kodi Smit-McPhee. Un tierno infante que arrebatará el corazón de los más duros del lugar, y que tiene momentos en los que está realmente magnífico, conmoviendo con sus miradas, llantos y gestos. Es la inocencia en un mundo vilmente embrutecido lo que hará que te transportes e identifiques con el pequeño mundo que está intentando construír su padre alrededor de él. En definitivas cuentas, una actuación de libro. El chico tiene madera, y no son pocos los que piensan que es el próximo Christian Bale (recordad su papel en la excelente El Imperio del Sol), dado sus duelos interpretativos con un actor de la talla de Viggo. Tiempo al tiempo (aún es pronto para hablar sobre la carrera del niño), pero hay que tener un ojo encima de él.

Para dar ejemplo de que La Carretera es una obra maestra en todos y cada uno de los apartados que toca (y no solo a nivel de actuaciones), decir que estéticamente, La Carretera está a otro nivel. La fotografía de nuestro compatriota Javier Aguirresarobe es digna de admiración, abogando por tonos grises y apagados, sucios y ocres, sin nada de iluminación artificial y dependiendo de los caprichos del astro rey para rodar (si se levantaban las nubes en el set de rodaje, se paraba todo). Tiene algunos momentos preciosos en el término visual, como son un par de planos aéreos alrededor de ciudades devastadas con enormes barcos anclados y estampados en sus calles y edificios o deprimentes paisajes carbonizados donde los árboles se caen uno tras otro. El escenario apocalíptico es un personaje más en La Carretera, es un compañero más de viaje de la pajera protagonista, y como tal, tiene una importancia vital en el desarrollo de la historia.



La Carretera es una obra maestra. Sin rodeos, sin tapujos. No es de fácil asimilación, es una película pesada y de difícil digestión, pero es una muestra del buen cine en tiempos difíciles, y es transportadora de un mensaje digno y puro en momentos convulsos. Es una oda a la dignidad humana cuando la desesperación llama a la puerta. En los tiempos que corren, donde las salas se llenan de personas que se consideran cinéfilas pero se dedican a contar dólares y centavos en los resultados de las taquillas (como los mismísimos directores y jefes de las compañías a las que tanto critican cuando solo miran por el vil metal) y en los que o estrenas tu película en chorrocientas dimensiones o no eres nadie, La Carretera brilla por luz propia. Brilla en un océano de ceniza cinematográfica gracias a sus actuaciones, a su grandioso y eficiente guión (una de las mejores adaptaciones jamás vista) y a una estética y fotografía digna de admiración. La Carretera es una de esas películas ignoradas, casi de culto, que con el paso del tiempo, serán recordadas como joyas de su tiempo, cintas que no tuvieron la suerte ni la publicidad necesaria para ser recordadas por el gran público (ni por la crítica, como es evidente dada su no inclusión en ninguna de las candidaturas a los Oscars), pero que perduran en las retinas y corazones de todos aquellos que en su momento apostaron por ella. Ahora es el momento de reflexionar y pensar seriamente, si uno lleva el fuego cuando nos referimos a eso de amar el cine haciéndolo perdurar mediante el recuerdo y la honra o si por el contrario se encuentra en el colectivo devorador de las películas espectáculo cuales caníbales cinematográficos. Si está entre los primeros, no se la pierda. Lo agradecerá.



http://open.spotify.com/album/0w9ZV8fOJuCXb9MqHPkTKG

La banda sonora es simple pero emotiva, a cargo de la pareja que nos brindó la excelente pista de audio de El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, Nick Cave y Warren Ellis.

En definitiva, os la recomiendo a todos.

Hasta la proxima.

WPM

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